Cuando las esposas se cerraron alrededor de sus muñecas, Sergio se quedó inmóvil,
encadenado al poste de brillante plástico azul. Entonces, vio como una borrosa figura se alejaba velozmente por la avenida. Tras ésta, siguieron otras, amedrentadas, temerosas, que miraban con recelo la brillante cadena que lo unía al poste. Las ignoró. Habían pasado muchos días, o quizá muchos años, desde que su suerte fue decidida, desde que el destino se dedicó a concatenar los datos, las circunstancias y los acontecimientos que lo habían conducido al poste de brillante plástico azul, donde estaba expuesto ante los ciudadanos y las máquinas.
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