Los viajantes de comercio van y vienen por las provincias, por el país e incluso
por el mundo. A veces ganan, a veces pierden, pero es raro que abandonen su afán de viajes (y de lucro). Tal es el caso del comerciante rosarino Trafalgar Medrano, que desde hace más de treinta años compra y vende los productos más diversos, en busca de ganancias que a veecs se le escapan a último momento. Todo sería como en los otros casos, desde el turco que vendía peines y espejos en el campo hasta hasta el que fabrica artesanías para vender en los parques. Todo sería igual, si no fuera porque Trafalgar Medrano viaja no por las ciudades, ni por los países, sino por planetas a los que sólo él sabe como llegar, a bordo de su nave (a la que llama el cacharro), que más de una vez lo deja varado en medio del espacio, a la espera de un mecánico estelar que lo saque del apuro.
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