Veinte años después vuelvo a escribir este libro. Ni el libro ni yo somos los mismos. Suponer que un texto es definitivo es considerarlo perfecto y esto, creo, no es más que una limitación ¿Quién decide entonces cuándo un libro está terminado? Creo que un secreto instinto. Basándome en ese instinto suprimí gran parte de los cuentos y agregué otros nuevos y veinte refranes, mejor dicho su revés.
En venta a traves de este blog.
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