Ante el ascenso de las capas medias y la consolidación de partidos políticos con creciente
incidencia de la masa de inmigrantes, la clase dirigente sintió la necesidad de reafirmar su identidad y el mito del "gaucho interior" pudo satisfacer esas apetencias. El mito fue instalado por una trama que despliega la historia de un "guacho" que -después de transformarse en un "gaucho" bajo la guía de un ejemplar arquetípico- descubre su condición de terrateniente cuando se revela su verdadera filiación y siente que su aprendizaje legitima el nuevo lugar que ocupa en la sociedad. El personaje también podría autoadjudicarse la frase final de la Dedicatoria con la que Güiraldes encabeza la novela: "Al gaucho que llevo en mí, sacramente, como la custodia lleva la hostia".
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